La ubicación del monasterio de Biclaro

Por Josep R. Miró y Carles Prats

1. Iohannes, Gerundensis ecclesiae episcopus.

San Isidoro de Sevilla ofrece en su De viris illustribus la única nota biográfica que se conoce de Iohannes, la fugura que estudiaremos a lo largo de este trabajo, para centrarnos en un capítulo concreto de su vida: la fundación (y especialmente la localización) del monasterio que se llamó Biclaro, a finales del siglo VI.

Según la biografía isidoriana:

XXXI. Iohannes, Gernundensis ecclesiae episcopus, natione Gothus, prouinciae Lusitaniae Scallabi natus. Hic, cum esset adolescens, Constantinopolim perrexit, ibique graeca et latina eruditione nutritus, septimo demum anno in Hispanias reuersus est, eodem tempore, quo incitante Leouigildo rege, arriana feruebat insania. Hunc supradictum rex, cum ad nefandae haeresis credulitatem compelleret, et hic omnio resisteret, exilio trusus, Barcinona relegatus, per decem annos multas insidias et persecutiones ab arrianis perpessus est.

Qui postea condidit monsaterium quod nunc Biclaro dicitur, ubi congregata monachorum societate, scripsit regulam ipsi monasterio profuturam, sed et cunctis Deum timentibus satis necessariam. Addidit et in libro Chronicorum ab anno primo Iustini iunioris principatus usque in annus octauum Mauricii principis Romanorum, et quartum Recharedi regis annum, historico compositoque sermone ualde utilem historiam. Et multa alia scribere dicitur, quae ad nostram notitiam non peruenerunt. (Codoñer, 1964, 151-152).

Isidoro compuso su De viris illustribus entre los años 615 y 618 (Codoñer, 1964, 19), es decir, cuando Iohannes todavía vivía, ya que éste habría muerto en el año 621, habiendo sido nombrado obispo de Girona entre los años 590 y 591. Aunque la historiografía le llama Iohannes Biclarensis y Iohannes Scalabitani (por su ciudad natal), lo cierto es que el único autor contemporáneo que lo cita lo llama “Iohannes, Gerundensis ecclesiae episcopus”, y él jamás se llama a sí mismo Biclarensis en las actas de los concilios a los que asistió y firmó: Iohannes in Christi nomine Episcopus (Concilio II de Zaragoza y decreto de Fisco Barcinonensi); Iohannes peccator de Gerunda (concilio provincial de Barcelona del 599); Ego Iohannes Gerundensis Ecclesiae Episcopus (Decretum Gundemari); y, como última noticia suya, Iohannes subscripsi, en las actas del concilio egarense del 13 de enero de 614 (Campos, 1960, 25-28). De las obras que compuso Iohannes, sólo ha sobrevivido un Chronicon redactado en el año 589 (Campos, 1960, 61).

El epíteto Biclarensis es, pues, posterior a su muerte, y se refiere al nombre del monasterio que fundó, Biclaro. Volviendo a la nota biográfica de Iohannes escrita por San Isidoro de Sevilla, el monasterio nunc Biclaro dicitur. Este nunc permite pensar que antes el monasterio -o el lugar- pudiesen llamarse de otro modo.

La fecha de fundación del monasterio en Biclaro es incierta, ya que San Isidoro no la especifica, y Iohannes no dice nada de ello en su Chronicon. De todos modos, como apunta Campos, esta fundación no puede ser anterior a la muerte de Leovigildo (abril de 586), puesto que el rey arriano había desterrado a Iohannes en Barcelona a causa de no querer renunciar a su catolicismo (Campos, 1960, 21-22). El Chronicon, aun así, ofrece otro dato que puede dar pistas sobre el momento de la fundación del monasterio en Biclaro:

Reccaredus rex aliena a praedecessoribus direpta et flaco asociata placabiliter restituit. Ecclesiarum et monasteriorum conditor et ditator efficitur. (Campos, 1960, 96). Esta información aparece bajo el epígrafe “Anno V Mavricii principis romanorvm qvi est Recarredi regis primvs feliciter annvs”, que corresponde al año 587.

Es evidente que la fundación de un monasterio conllevaba un coste, que un represaliado y desterrado Iohannes difícilmente habría podido asumir, y si Recaredo fundó y dotó monasterios, no resulta extraño pensar que se habría podido establecer este cenobio en Biclaro a partir del año 587, y nunca antes del 586. Iohannes escribió una regla para este monasterio que fundó, según informa San Isidoro (scripsit regulam ipsi monasterio), que se ha perdido, y habría permanecido en su cenobio hasta ser ascendido a la sede episcopal gerundense, entre los años 590 y 591. Ya obispo, ocuparía la sede catedralicia, y por este motivo abandonaría el monasterio, donde habría estado solamente cinco o seis años, aunque la fundación habría continuado hasta la invasión sarracena.

La ubicación de Biclaro ha sido muy discutida desde el siglo XVI, sin que nunca nadie haya podido probar su emplazamiento. Con esta investigación pretenemos aportar nueva luz sobre esta cuestión, formulando una hipótesis consistente que pueda ayudar a aclarar definitivamente a qué lugar corresponde el Biclaro que menciona Isidoro de Sevilla como emplazamiento del monasterio fundado por Iohannes.

2. Propuestas de ubicación del monasterio

En 1552 Vaseo afirma que el monasterio de Biclaro se llama en idioma vulgar “Valclaram” y “Valclara”, sin posicionarse subre la ubicación (Vaseo, 1552, 8r i 99r).

En 1553 Ocampo (o do Campo) hace lo mismo que Vaseo el año anterior: habla de “Iohan abbad de Valclara”, y añade que era “un monasterio bien antiguo, aquien los pasados llamauan Viclarense” (Ocampo, 1553, IV).

En 1574 Ambrosio de Morales apunta que el monasterio de Biclaro se encuentra en Cataluña, sin especificar nada más (Morales, 1574, V, 561). En 1592 Mariana lo sitúa en los Pirineos (Mariana, 1592, 228).

El año 1600 Noviomagi publica una edición del Chronicon de Iohannes, y afirma que su monasterio se halla en el Pirineo (Noviomagi, 1600, 53).

El primer autor que se aventura a identificar Biclaro con una ubicación moderna es Francisco Diago, en el año 1603. Pretende situarlo en el paraje de Font Clara, en Guissona (Diago, 1603, 80r).

Unos años más tarde, en 1609, Pujades escribía: “De manera, que de tot lo sobredit se veu: com lo demés de la vida y mort del Sanct Ioan, qui per alguns és nomenat Biclarense, y per altres Gerundense: toca al propòsit de nostre principal intent, de les coses succehides en Cathalunya. Y no menys ho serà detenirnos un poch més en satisfer al apetit de alguns, qui pens tindran lo propri desitg que jo mateix algun temps he tingut de saber, lo lloch ahont podia estar edificat lo Monastir de Vallclara, fundat per aquest Abat, y aprés Bisbe Ioan. Que com nol designe algun escriptor antich, me ha causat molts dies de penssament. Y lo ser cosa tant senyalada, causa de inquirir la veritat de ella. Y si bé men entremetí als principis ab moltes persones velles y curioses, may fonch possible trobar qui men posàs en rastre, fins que lo Doctor Iaume Font, Abat meritíssim del Monastir de nostra Senyora de Laix; del Orde de S. Bernat, me informà trobarse en Cathalunya una Vila de algunes 150 casas poch més o menys, anomenada Vallclara, al peu de la Montanya de Pradas, deues la part, y à dos lleguas de la insigne vila de Montblanch, ben prop del Real Monestir de nostra Senyora de Poblet, del Orde de S. Bernat. Y après, per persones vehines y naturals de allí, tinch entès que junt al castell, que està un poch més alt que la vila, se troba vuy encara la Isglésia del que altre temps era Monastir.”

De paso, Pujades también refutava el emplazamiento propuesto por Diago en 1603: “Fra Francisco Diago penssa que Vallclara fos en lo territori de Guissona. Mogut per trobar una Isglésia de S. Vicens (que segons diu ell mateix, antigament fonch Monastir) junt à una corrent de aygua, ques diu font Clara. Lo que tinch dit, es relació de persones pràtiques, nom senser, y no alterat, com lo de font Clara per Vallclara. Y de la manera que jo ho dich, se conforma ab lo que escriu Morales, dient que quant ell escrivia, durava encara lo nom de aquest Monastir de Vallclara. Y així no és de creure que ab tant poch temps com són 50 anys, que van des de Morales al del P. M. Diago, fos feta tant gran alteració del nom de Vallclara en Font clara. Y trobantse en ésser Vallclara prop de Montblanch, més prest se judicarà ser estat aquí lo Monastir del sanct Ioan Abat, qu eno en Fontclara de Guissona” (Pujades, 1609, 306r).

Al mismo tiempo que Pujades, en 1609, Yepes afirmaba que el monasterio se hallaba en Cataluña, pero no concretaba donde (Yepes, 1609, 414v).

En 1655 ya estaba claro que no había acuerdo entre los autores para establecer la ubicación del monasterio de Biclaro, y así lo reflejaba Tamayo: “Quo loco Monasterium fuerit Viclarense? Monasterium biclarense. Circa situm huius famigerati Coenobii anceps inter Scriptores dissensio est. Apud omnes conuenit illud fuisse constructum in agro Barchinonensi, sed quo loco nullus ex Scriptoribus diuniat. (Tamayo, 1655, 86)

Entre 1673 y 1675 Joan Gaspar Roig i Jalpí compone la obra Feyts d’armes de Catalunya, que es una falsificación atribuída a Bernat Boades, clérigo que vivió entre los años de 1370 y 1444. Gaspar se presentaba como el descubridor del supuesto manuscrito de Boades, presuntamente fechado el 9 de noviembre de 1420, pero Joaquim Coll i Alentorn acabaría demostrando, en 1948, que este texto era obra de Gaspar y no de Boades (Pagès, 2016). En la edición que hizo del texto Marian Aquiló, en 1873, se puede leer, referente a Iohannes, que “va edificar un monestir de monjos negres de mossenyer sanct Benet en aquelles partides, prop dun loch apellat Valclara, en un loch solitari hon encara vuy en dia sen hi troben senyals” (Aguiló, 1873, 71). Esta noticia parece tomada de Pujades por lo que al emplazamiento del monasterio se refiere, y la atribución a la orden de San Benito se habría sacado de Mariana.

En 1703 Mabillon rechaza la tesis de Mariana y afirma que el monasterio no puede estar en el Pirineo, citando una carta (en cursiva) que le remitió el obispo de Barcelona, Benet de Sala i de Caramany en el año 1702, que argumenta a favor de la ubicación de Vallclara de la Conca de Barberà (Mabillon, 1703, 73).

Feliu de la Peña, en 1709, recoje la versión de Pujades de 1608 y la reproduce en sus Anales de Cataluña (Feliu de la Peña, 1709, I, 180).

En 1716 Ferreras no entra en polémicas, y se limita a afirmar que Iohannes fundó el monasterio en Cataluña (Ferreras, 1716, 258).

En 1719 Berganza simplemente indica que Iohannes fundó su monasterio al pie de la montaña de Prades (Berganza, 1719, 60), sin entrar en más detalles, recogiendo brevemente la versión de Pujades.

En 1721 Fontana escribe que el monasterio estaba en el Pirineo: “les religieux du Monastere de Biclaro, dans les Pyrenées, dont ils parlent aussi, ont pù être appellés dans le VI siécle, Girondins, peut ètre à cause que Jean surnommé de Biclaro leur Fondateur, fut élu Evêque de Gironde, ou, comme on l’appelle presentment, Gironne, et qu’il leur écrivit une Regle, comme dit S. Isidore de Seville. C’est la raison pour laquelle nous ne voulons pas leur disputer cet Ordre, dont il ne reste plus que la memoire et qui avoit même été confondu avec celui de saint Benoit avant la destruction du Monastere de Biclaro, dont il ne reste plus que les ruines” (Fontana, 1721, VIII). Este mismo parágrafo fue plagiado en 1860, en la obra del abad Migne, Première encyclopédie théologique (Migne, 1860, T. 20, 36), que lo copia literalmente si citar a su autor.

En 1736, una nota a pie de página del segundo volumen de la obra de Charles Hugo, Sacri et canonici ordinis Praemonstratensis annales in duas partes divisi, ofrecía una información sorprendente, que especificaba con claridad la ubicación del monasterio de Biclaro:

Ibidem, & sub eodem antiquitus extiterat Monasterium ex quo prodiit celeberrimus ille Abbas Vallis Clara, postea Gerundensis Episcopus, cuius opera edita leguntur in collectione Scriptorium Hispaniae. tom. I. pag. I. tom. 4. p. 153 & seqq.

Illud Monasterium a Mauris vastatum est, & in sua strage dudum jacens primitivam amiserat denominationem, & novam d’Amicabescir acceperat à novis loci occupatoribus Mauris. Anno 1149, ob Reverentiam Sanctorum quos Barbaries Saracena Martyres in Valle Clara fecerat olim, illic Abbatiam, ex ruinis excitavit Raymundus Barcinonae Comes & Stephano Abbati Flabonis-montis tradidit, tunc in Hispania Agenti cum Galtero Laudinensi Abbatepro Redemptione Ulisponae de manibus Maurorum. (Hugo, 1736, DCXXXIII-DCXXXIV).

En el primer tomo de su obra, Hugo escribe: “Abatia Vallis Clarae nulli Catalogo, quem viderim, inscripta, nobis ferius innotuit, utillam suae matri Flabonis-Monti restitueremus. Hoc enim anno 1733, definente, cum jam primus Monasteriologiae tomus esset datus typis, Reverendissimus Pater Stephanus de Noriega, Congregationis Hispaniae Reformator generalis, rerum nostrarum sollicitus & sagax explorator, ex visitatione Monasterium Hispaniae redux, repertam in Bellipodii Abbatiae Archivis Chartam, & R.P. Daniele de Finestres eiusdem Bellipodii Canonico subministratam, humanissime communicavit, ex autographo desumptam, qua constat à Raymundo Comite Barcinonae, Principe Aragoniensi & Tortosae Marchione datum esse anno 1149 locum Amicabescir dictum, Religioni de Premonstrer, & Coenobio S. Mariae Flabonis-Montis, atque ipsus Abbati Venerabili Stephano, Fratribusque ibidem Deo serventibus, ad construendam ibidem Abbatiam, quae, mutata appellatione loci primitiva, Vallis Clara nomen haberet.” Després de fer un repàs als motius de l’arribada de l’orde de Prémontré a la península ibèrica i d’explicar que es diu que el monestir de Bellpuig de les Avellanes va sorgir de Santa Maria de Vallclara per mà del beat Joan d’Organyà, afegeix: “Vastati à Mauris Monasterii prima tibi suae originis monumenta appono, extrema in ruderibus conspicies” (Hugo, 1734, 1015).

Estas aportaciones de Hugo pasaron totalmente desapercibidas para la historiografía peninsular, hasta el punto qu eel debate sobre el emplazamiento de Biclaro continuó ajeno a sus informaciones.

En 1751 Florez se limitaba a citar las opiniones contrapuestas de Pujades (Vallclara) y Diago (Fontclara, Guissona), manifestando preferencia por la primera porque “esto parece muy probable, y autorizado por personas de aquella tierra, contra quienes no tenemos fundamento para oponernos” (Florez, 1751, 360-361).

Schoell, en 1815, reproduce la opinión de Mariana sobre la ubicación pirenaica (Schoell, 1815, 179), y Bähr insiste en ello en 1836 (Bähr, 1836, 109).

En el año de 1839 Romey sitúa, otra vez, el monasterio al pie del Pirineo (Romey, 1839, 149).

En 1873, de la Fuente, citando a Pujades en nota a pie de página, afirmaba que “créese que el monasterio estuvo en el paraje que hoy se llama Vallclara, á dos leguas de Montblanch” (de la Fuente, 1873, 193).

En el mismo año, Kahnis repasa todas las hipótesis de ubicación del monasterio, se posiciona a favor de considerarlo en el norte de Cataluña, asumiendo implícitamente la tesis que lo sitúa en el Pirineo, siguiendo a Mariana, y formula una propuesta etimológica para explicar la transformación de Biclaro en Vallclara: “Der Name ‘Biclaro’ is wahrscheinlich aus ‘vicus clarus’ corrumpirt; im Neuspanischen lautet der Name jenes Klosters ‘Vallclara’ = vallis clara” (Kahnis, 1873, 91).

Al siguiente año, 1874, Gams afirma que “Johannes konnte frühestens im J. 589 das Kloster Biclaro (Valclara) gründen” (Gams, 1874, 61) y no entra en la polémica de si está al pie del Pirineo o al pie de las montaás de Prades, como hace Kahnis, aunque añade entre paréntesis lo que él cree que es la traducción del nombre latín.

La hipótesis de ubicación de Pujades en Vallclara de la Conca de Barberà, de 1608, fuer refutada por Bofarull en 1876. Se pregunta que cómo puede ser que se quiera atribuir solamente una iglesia a un antiguo monasterio desaparecido, duda de la etimología del nombre y no ve clara la transformación de “Biclar”, según él nombre del fundador, en Vallclara, y objeta que las obras que se han referido al monasterio nunca lo han llamado “Vallisclarensis” sinó “Biclarensis”. A pesar de refutar la ubicación en Vallclara, la acepta en Cataluña (Borafull, 1876, 223-224). Es evidente que Bofarull no interpretó bien a San Isidoro de Sevilla, ya que el “Biclar” que asegura es el nombre dle fundador del monasterio, es un topónimo y no un patronímico, ya que según De viris illustribus lo que se llamaba Biclaro era el monasterio, no su fundador.

En 1894 Mommsen rechaza las hipótesis de Vaseo y Pujades, que situaban el monasterio en Vallclara, y también la de Diago, que lo situaba en Fontclara, Guissona (Mommsen, 1894, 208). Si bien rechaza todas las ubicaciones, no propone ninguna alternativa.

Emili Morera también pone en duda la localización de Biclaro en la Vallclara de la Conca de Barberà. En 1897 escribe: “La tradición, más que otra fuente de conocimiento histórico, ha fijado el lugar del célebre cenobio en una pequeña localidad de esta provincia y diócesis, conocida por Vallclara”, y más adelante refuta la hipótesis de Pujades, replicada por Feliu de la Peña, afirmando que “ni las noticias de Pujades ni las de Feliu merecen gran crédito en este punto, mientras no aparezcan otros datos que induzcan à confirmar la existencia de un monasterio en el siglo VI, en aquel rincón de la diócesis Tarraconense”. Después de hacer un repaso a la documentación medieval sobre Vallclara, llega a la conclusión que “al parecer, fue fundada Vallclara una vez se arrojó á los moros de las montañas de Prades y Ciurana, quedando tan solo como único indicio de la existencia de un cenobio en aquel lugar, durante el período godo, la analogía de los nombres Biclara y Vallclara, teniendo en cuenta que no se conoce en Cataluña otro parecido”. (Morera, 1897, I, 70-71).

Ya en el siglo XX, los artículos y monografías que se hacen eco del emplazamiento del monasterio de Biclaro son varias, y la mayoría de las obras o no ponen en duda la versión de Pujades, o evitan el asunto de la ubicación. En 1988 Rovira i Virgili da credibilidad al pseudo-Boades, que todavía no se había demostrado falso. Pero en realidad Rovira i Virgili sólo está transmitiendo la hipótesis de Pujades del 1608, que es de donde la toma el pseudo-Boades (Rovira i Virgili, 1922, II, 294).

En 1936 José Morera da un repaso a todas las ubicaciones propuestas con anterioridad, y a las objeciones de Bofarull y de Emili Morera, pero conlcuye que “con todo, se admite comúnmente el sentir del cronista Pujades, por no ofrecerse sitio que presente mejores títulos, ni más idóneo emplazamiento, en pintoresco y retirado lugar, no muy distante de las antiguas vías romanas Aurelia y Máxima” para validar la ubicación de Biclaro en la Vallclara de la Conca de Barberà (Morera, 1936, 74).

Sólo Menéndez Pidal propone un nuevo emplazamiento, y afirma, sin ninguna prueba, que Biclaro estaba en Béjar, en la provincia de León, pretendiendo la transformación de Biclaro en Béjar mediante una forma arcaica hipotética del nombre “Béjaro” (Menéndez Pidal, 1940, III, XXIV). Aguado le daba la razón en la sexta edición de su Manual de historia de España (Aguado, 1947, 318), y Díaz la consideraba “fonéticamente irreprochable” (Díaz, 1962, 65, nota 26). La entrada “Bíclarum” de la Gran Enciclopèdia Catalana también acepta esta localizació, y además añade otra, la de Beja, en el Alentejo portugués, probablemente por la similitud con el nombre de Béjar de León. Aun así, quien escribe la entrada comete un gravísimo error, puesto que confunde el Avicabescer rebautizado como Vallclara con la Vallclara de la Conca de Barberà: “La falsa forma Biclara, no testificada, feu que hom el localitzés a Vallclara (Conca de Barberà), nom que, tanmateix, fou posat a aquest indret per Ramon Berenguer IV en donar el lloc als premonstratencs. Hom ha considerat com a més probable la identificació amb Beja (Alentejo) o amb Béjar (Lleó)” (Mundó, 1971). Finalmente, aun reconociendo que la hipótesis de Menéndez Pidal es “lanzada … un poco al vuelo”, Majada, en 1993, explica que “Don Emilio Muñoz, que personalmente visitó el insigne historiador preguntándole sobre el tema, enseguida recogió la onda y situó en el promontorio del castillo [de Béjar] el célebre monasterio de El Biclarense. Es una hipótesis de trabajo, nada más. Pero el capitel visigótico que Don Emilio señala empotrado en un cubo del castillo, junto al cual hemos pasado tantas veces al entrar y salir de clase, en el Instituto, ¿de dónde vino?” (Majada, 1993, 112).

Álvarez Rubiano, en 1943, también considera verosímil el emplazamiento de Biclaro en Vallclara, y al mismo tiempo rechaza el emplazamiento propuesto por Diago en 1603 de Fontclara, Guissona, y se hace eco de la opinión de Menéndez Pidal que lo sitúa en Béjar sin llegar a refutarla, por lo que para Álvarez debe resultar la más creíble (Álvarez Rubiano, 1943, 9).

En 1952 Ferran Soldevila avaló la tesis de la ubicación de Biclaro en la Vallclara de la Conca de Barberà citando los trabajos filológicos de Joan Coromines: “Vallclara, cerca de Poblet: la Biclara visigótica donde fundara un monasterio Juan el Biclarense, en los últimos años del reinado de Leovigildo o los primeros de Recaredo. De aquel monasterio, que debió ser muy pequeño y pobre, no quedan más vestigios que unos fundamentos, difícilmente datables y que en todo caso fueron utilizados cuando la Reconquista cristiana de la comarca, a mediados del siglo XII, para levantar sobre ellos un pequeños castillo… que tampoco existe ya. La identificación de Vallclara con Biclara, constante en la tradición del país, ha sido recientemente demostrada por los trabajos filológicos de J. Coromines, de la Universidad de Chicago, al poner de relieve que el nombre del pueblo es pronunciado todavía Beclara por los ancianos iletrados de la comarca” (Soldevila, 1952).

Backmund, en 1956, a pesar de que escribe sobre Santa Maria de Vallclara y cita a Hugo entre sus fuentes, no dice nada del propósito de la fundación que manifiesta el autor francés en 1736. El único autor que cita a Hugo en 220 años, aunque de una forma colateral en lo tocante a este tema, no dice nada de Biclaro (Backmund, 1956, 201-203).

En 1960 Campos repasa nuevamente las hipótesis de ubicación de Diago, Bofarull, Pujades y Menéndez Pidal, y se posiciona diciendo que “mientras no puedan presentarse pruebas valorables que justifiquen otra cosa, seguiremos la opinión general iniciada por Pujades”. A favor de ella argumenta que “la hipótesis tradicional tiene en su abono a nuestro juicio las dos consideraciones o razones siguientes: por una parte parece natural que, habiendo estado desterrado diez años en Barcelona, donde adquirió prestigio merecido como campeón de la fe católica, encontrara en aquella región medios morales y seguidores para un centro religioso de doctrina y cultura, dándole una Regla de dirección ascética. Por otra parte puede añadirse la segunda consideración: su designación para obispo de Gerona indica que su monasterio no estaba lejano de aquella sede”. Aun con todo, no quiere descartar completamente la opinión de Menéndez pidal por “la prueba histórico-fonética y porque arguye también en su favor el hecho de que la copia más antigua del Chronicón, el Alcobacense, sea de la Lusitania” (Campos, 1960, 24-25). Este último argumento de Campos es relativo: es cosa probada que durante este periodo los libros se copiaban y se enviaban donde era menester. Dan testimonio de ello dos cartas de San Isidoro, una al obispo Braulio y otra al rey Sisebuto (S. Idiroro, 2002, 264). Como ya se ha dicho antes, Campos, ignorando a Mariana, se refiere a la hipótesis pirenaica que Romey parece sacar de allí (Campos, 1960, 23) sin citar fuentes. Por eso Bofarull se equivoca unos años más tarde, cuando afirma que “algún autor francés, a quien ha seguido tocante a esto Romey, sin duda fijándose al leer la noticia de Pujades, sólo en el nombre de Prades, creería ser la población de este nombre que hay delante del Canigó, y de aquí ha resultado que sin fundamento alguno se consigne hallarse el monasterio Biclarense a la falda del Pirineo” (Bofarull, 1876, 223). Ningún autor francés menciona Prades para nada, y por lo tanto, esta confusión que supone Bofarull no tendría por qué haberse producido. Campos cometerá el mismo error que Bofarull, citándolo y haciendo suya esta afirmación (Campos, 1960, 23). Mariana, de donde extrae la ubicación a la falda del Pirineo Romey, no podía haber leído a Pujades porque esa obra fue publicada 16 años después de que él publicase su Historiae de rebus Hispaniae, y por lo tanto, también cabe descartar que la supuesta confusión del Prades del Baix Camp con el Prades de Conflent la cometiese él. No queda claro de donde deduce Mariana esta ubicación pirenaica, que Bofarull y Campos consideraron un error de interpretación sin ni tan siquiera conocer el texto, y pensando que Romey había confundido lo que afirmaba Pujades.

En 1968, Vidal i Llecha publica un texto obscurantista y esperpéntico al dorso de unos gozos a la Mare de Déu de la Foia, donde se afirma, sin citar fuentes ni aportar prueba alguna, que Biclaro estaba en el actual Cabassers: “A l’any 589. el rei Recared, Il·lisio, bisbe de Girona; Artemi, bisbe de Tarragona i el portuguès frare agustí del Convent de Tarragona, Joan de Wiclar, començaren la construcció d’un monestir, que unia el castell amb la Recòpolis, per a guardar les relíquies de sant Ermenegild, i prosseguir la lluita contra l’arrianisme i demés heretges. La fàbrica del monestir s’acabà l’any 591, essent el primer abat en Joan de Wiclar. El monacat era de l’orde de sant Benet, d’hàbit negre, i guardava les regles de Joan de Wiclar, perquè les del patriarca del silenci encara no havien aparegut.” (Vidal, 1968, §2 i 3). Obtiene la noticia referente a la orden de San Benito y al hábito negro de los monjes del pseudo-Boades. Aunque este texto de Vidal está lleno de falsedades (Miró, Prats, 2019) hay que tener en cuenta su afirmación sobre la ubicación de Biclaro en Cabassers, porque es el priemr autor que afirma tal extremo desde que Hugo lo hiciera en 1736, a pesar de que no cite fuentes y de que su texto no tenga ningún rigor.

En 1991 Bietae glosa los parágrafos de Vidal i Llecha que se refieren a Biclaro y a todo el periodo visigodo, advirtiendo que la historia es demasiado fantasiosa para merecer credibilidad. Aun con todo, Biete repasa las diferentes hipótesis de ubicación del monasterio de Biclaro en Vallclara de la Conca de Barberà y en Cabassers. Afirma que “no manquen pas raons amb què basar qualsevol de les dues possibilitats”, y después de citar a Vaseo, Pujades, Ferran Soldevila y Menéndez Pidal, acaba diciendo que “d’altra banda, en canvi, cal considerar el fet que Ramon Berenguer IV, com veurem més endavant, atorgués el nom de Santa Maria de Vallclara, potser amb la voluntat de rememorar aquella desapareguda comunitat visigòtica, al monestir que, gràcies a la seva donació, els premonstratesos van fundar a Cabacés.” Sin saberlo, está diciendo lo mismo que Hugo en su nota a pie de página de 1736. Lo remata con un parágrafo final: “Qui sap si els relleus esculpits que apareixen en algunes façanes de Cabacés, alguns amb una rosa, un altre amb un pa i un peix, símbols emprats pels primers cristians, així com també les restes d’una columna de pedra amb un capitell, no podrien fer-nos pensar en aquell cenobi visigòtic, les restes del qual haguessin estat aprofitades per la gent del poble.” (Biete, 1991, 103-104).

En 1995, inspirados por el parágrafo que acabamos de citar de Biete, Ferré y Prats construyeron una hipótesis que intentaba establecer la ubicación de Biclaro en Cabassers, sin matices de ninguna clase ni medias tintas (Ferré, Prats, 1995). El artículo contiene algunos errores, principalmente porque confunde restos de un edificio románico y los atribuye erróneamente al periodo visigodo. Estos errores de atribución se corrigieron en 2006, con la publicación del Inventari arquitectònic i arqueològic de Cabassers (Prats, 2006, 6).

Todos los autores mencionados ignoraban el trabajo de Hugo, y por lo tanto la mayoría también desconocían que el actual Cabassers se llamó Vallclara los años inmediatos a la conquista, por voluntad expresa de Ramon Berenguer IV y mientras duró la fundación del monasterio de Santa Maria de Vallclara, hasta el 1159, todavía con menciones al topónimo en los años de 1164 y 1168 (Virgili, 1997, docs. 15, 27, 96, 139, 185 i 186 ). Tan sólo diecisiete años después de la última mención del nombre de Vallclara en un documento, el 9 de mayo de 1185, la carta de población de Cabassers, otorgada por el obispo de Tortosa Ponç de Munells, ya se refiere al lugar como “illum nostrum locum quod dicitur Cabacer” (Virgili, 1997, doc. 380), y Vallclara no vuelve a aparecer nunca más.

Sólo conocían por canales distintos al de Hugo estos cambios toponímicos entre Avicabescer, Vallclara y Cabacer, acaecidos en el actual Cabassers desde 1148 y hasta el 1185, Vidal, Biete, Ferré y Prats. Y curiosamente, sin conocer la obra de Hugo, los cuatro llegarían a la misma conclusión que él apunta: Cabassers era Biclaro.

3. Fundamentos toponímicos y documentales para establecer la ubicación del monasterio de Biclaro.

Sin lugar a dudas, la fuente documental más sólida que existe hasta ahora para identificar Biclaro con un lugar moderno, es la nota a pie de página de Hugo (Hugo, 1736, DCXXXIII-DCXXXIV). Veámosla traducida:

Allí mismo, y bajo el mismo punto, existió un antiguo monasterio que alzó aquél célere abad Vallclara, más tarde obispo de Girona, cuya obra elevada leemos en la colección Scriptorium Hispaniae, tom. I, pág. I, tom. 4, p. 153 y siguientes.

Ese monasterio fue destruído por los moros, y su denominación primitiva se perdió tiempo atrás entre sus ruínas, y la nueva de Amicabescir se aceptó después de la ocupación del lugar por los moros. En el año 1149, a causa del respeto por los santos que los bárbaros sarracenos en otros tiempos hicieron mártires en Vallclara, por razón de las ruínas, Ramón, conde de Barcelona, construyó allí la abadía, y la dio a Esteban, abad de Monteflabón, en aquel momento agente con Gualter de Lión, como a abad para la liberación de Lisboa de las manos de los moros.

Hugo añade esta nota al pie de la transcripción de la carta de donación por parte de Ramon Berenguer IV al abad Esteban. En el primer volumen, al incluír Santa Maria de Vallclara en su catálogo de fundaciones premonstratenses, explica que desconocía este monasterio, y que en el año 1733, cuando ya había entregado a la imprenta el primer volumen de su obra, recibió noticia de Santa Maria de Vallclara mediante Esteban Noriega, monge premonstratense del monasterio de La Vid (Burgos), Reformador General de la Congregación Hispánica, que durante una visita a Bellpuig de les Avellanes obtuvo una transcripción de Daniel Finestres, monge e historiador, de la carta de donación que firmó en el año 1149 Ramon Berenguer IV a favor de la orden de Prémontré y del abad Esteban, por la que les otorgaba Avicabescer. Hugo, en el último párrafo, escribe: “devastado por los moros el primer monasterior, puedes ver el último en ruínas cerca de sus orígenes” (Hugo, 1734, 1016).

El autor francés, que desconocía la existencia de Santa Maria de Vallclara hasta que Noriega le transmitió la información de Finestres, tiene noticia de él a través de la documentación de Bellpuig de les Avellanes, hoy en gran parte perdida. Tenemos que considerar, pues, su nota a pie de página como extraída de una fuente documental primaria, quizás procedente de aquél monasterio de Prémontré fundado en Cabassers en 1149 y abandonado en 1158. Existió cierta relación entre Santa Maria de Vallclara y Santa Maria de Bellpuig de les Avellanes, de donde extrae la información Hugo, puesto que Joan d’Organyà, monge de Vallclara, llegó a Bellpuig con parte de esa comunidad disuelta (Backmund, 1956, 202). Esta circunstancia habría podido propiciar el traslado del archivo del monasterio a la nueva fundación, y la hipótesis que sostenemos es que Hugo habría obtenido de estos documentos, hoy perdidos, su sorprendente noticia. Es igualmente sorprendente la poquísima difusión que obtuvo la obra de Hugo entre los autores que han intentado establecer la ubicación del monasterio de Biclaro, hasta el punto que no lo cita absolutamente nadie que haya tratado este asunto. Poca duda nos cabe que añadir esta información en forma de nota al pie ayudaría a que pasase desapercibida.

Cierto cambio toponímico da consistencia a lo que Hugo expone: la carta de donación que Ramon Berenguer IV firmó el 25 de abril de 1149 a favor del abad Esteban de Flabemont especifica: “dono et offero Domino Deo et Sancte Religioni et ordini de Premost et ipsi cenobio Sancte Marie Flaboni Montis atque ipsius abatii venerabili Stephano fratribusque ibidem Deo serventibus presentibus et futuris, locum ipsum qui antea dicebatur Avicabescer quem modo iussu et consensu domini Raimundi Berengarii, comiti Barchinone regnique principis Aragone et gloriosissimi victoris Ispanie Valem Claram vocamus” (Virgili, 1997, 60). Así pues, vemos que, por mandato explícito de Ramon Berenguer IV, se cambia el nombre del lugar de Avicabescer por el de Vallclara.

El 27 de diciembre de 1158 encontramos una segunda mención a este cambio toponímico: Federico, prior de Santa Maria de Vallclara, da el monasterio al obispo de Tortosa: “ego Fridericus divine pietatis et ecclesiastice religionis intuitu, dono Deo et ecclesie Sancte Marie Dertusensis et tibi Gaufride et successoribus tuis et canonicis in ibi Deo servientibus predictum locum de Valle Clara, scillicet, qui antea Avincabacer dicebatur” (Virgili, 1997, 148).

Pero pocos días después, el 2 de enero de 1159, se produce un cambio repentino en la denominación oficial del lugar. Ramon Berenguer IV confirma la donación que el abad Federico hizo al obispo de Tortosa seis días antes, y en su carta de confirmación el nombre de Vallclara desaparece, y vuelve a referirse al lugar como Avincabacer: “ego Raimundus, comes Barchinonensis, princeps Aragonensis, Ylerde ac Dertuse marchio, locum d’Avincabacer quem prius donaveram Stephano, abbati Montis Flabonis, et fratri Friderico canonico suo cum iamdictus locus ad institucionem sui ordinis Prat, silicet, Monstrat per eos informari non posset ammonitione et rogatu ipsoru inde prorsus abeuncium. Sic inquam ad honorem Dei et ad laudem nominis eius ut divina scilicet ibi officia celebrentur, sic dono Deo et ecclesie Sancte Marie Dertusensis et G. eiused dicto episcopo et canonicis in ibi Deo servientibus eorumque successoribus predictum locum” (Virgili, 1997, 149). A partir de este momento la documentación sólo vuelve a utilitzar el nombre de Vallclara en 1164 y 1168, cuando Albert de Castellvell da a la iglesia de Vallclara las montañas de “Mont Alt” y “Gibolhoder”, y el honor de “Chavaloca” (Virgili, 1997, 191, 240 y 241). A partir de este momento el topónimo Vallclara desaparece para siempre de la documentación. Incluso en la carta de población, de 9 de mayo de 1185, el lugar se llama “Cabacer”, sin que se haga mención alguna a la antigua denominación de Vallclara, por esas fechas ya olvidada (Virgili, 1997, 471).

Es significativo que Ramon Berenguer IV, en la aceptación que hizo de la donación de Santa Maria de Vallclara al obispo de Tortosa, no utilizase el topónimo que él ordenó cambiar en 1149, cuando dio el lugar al aban Esteban y a la orden de Prémontré, y se refiera al mismo con el nombre que ordenó cambiar entonces, “Avincabacer”. Da la impresión que la denominación de Vallclara sólo tuviera sentido si en el lugar había un monasterio, y cuando éste dejó de funcionar, Vallclara vuelve a cambiarse por Avincabacer. Esto es otro refuerzo a lo que Hugo expone en nota a pie de página del segudo volumen de su obra tantas veces citada aquí: si la intención de Ramon Berenguer IV era restituir el monasterio del “abad Vallclara” (Iohannes), tiene sentido que se llame al nuevo monasterio igual que el destruído durante la invasión sarracena, y una vez abandonada esta nueva fundación, ya no hay motivo alguno para mantener la nueva denominación que dio nombre al lugar, y vuelve a utilitzar “Avincabacer”.

La cronología de los hechos también levanta sospechas: Biete argumenta que “cal tenir present que l’ajut que els premonstratesos varen prestar a la conquesta devia haver estat prèviament negociat, i que la cessió de Vallclara en seria la base. No oblidem que el document de donació fou signat pel comte a la fortalesa de Gardeny el 25 d’abril de 1149, a penses conquistada Tortosa i sis mesos abans d’entrar a Lleida. No és fàcil d’imaginar que en aquells moments distragués forces, acuitades a guanyar la ciutat, per escampar-les pel Priorat. La conquesta de Cabacés, doncs, no deuria ser abans de finals de 1149, força mesos després de la firma del document de cessió” (Biete, 1995). Parece ser, pues, que la donación de Avincabacer era un asunto completamente planificado y tratado antes de ocupar el lugar. Se diría que hasta era un objetivo, más que una circunstancia de retribución a Prémontré.

Para comprender la excepcionalidad del cambio toponímico de aquél “Avicabescer” en 1149 por “Vallem Clara”, para volver a ser cambiado por “Avincabacer” en 1158, y de ahí evolucionar hasta el “Cabacer” de la carta de población de 1184 y no volver a escuchar nunca más “Vallclara” como nombre del lugar, nos tendremos que fijar en las poblaciones vecinas. La actual Figuera será un ejemplo bien válido para nuestro propósito: aparece documentada por primera vez en 1168, cuando Albert de Castellvell la da a la iglesia de Tortosa y a su sufragánea de Vallclara. Se denomina la población por la transliteración de su nombre árabe, Gibolhoder (Virgili, 1997, 240), que significa “montaña verde”. Mientras que a Avincabacer se le llama Vallclara des del primerísimo momento de la conquista, Gibolhoder mantiene su nombre árabe todavía veinte años después de la ocupación cristiana. Cuando en 1183 se da en censo de un morabatín lupín de oro este lugar a Ramon de Siurana, Pere de Santgenís y Guillem y Arnau de Saplana, el documento vuelve a referirse al lugar como “Gibalhoder” (Virgili, 1997, 435). Y todavía, en el 1191, la donación de una pieza de tierra en ese término se refiere a él como “Iubalfodor” (Virgili, 1997, 575). No será hasta la próxima mención documental del lugar, en el 1205, que la documentación no dirá “Ficulnea” (Virgili, 2001, 307) y, al siguiente año, ya escriben “Figuera” (Virgili, 2001, 307), para volver a la forma latina “Ficulnea” en el 1207 (Virgili, 2001, 335), el 1206 (Virgili, Escolà, Pica, Rovira, 2018, 181) y el 1244 (Virgili, Escolà, Pica, Rovira, 2018, 464).

A nuestro entender, la substitución de Avicabescer por Vallclara mientras duró la fundación de Prémontré, y el retorno a Avincabacer cuando ésta desapareció, no hace más que dar credibilidad a la voluntad restauradora del cenobio de Biclaro que expresa Hgo en su obra referida. Desde esta óptica restauradora, la denominación de Vallclara sólo tiene sentido mientras dura el monasterio que tiene que restaurar el destruído durante la invasión musulmana y, coherentemente, se abandona cuando también se abandona el monasterio que rememoraba el anterior: el cambio de nombre perdió su sentido.

4. Razones etimológicas.

Llegados a este punto es conveniente que entremos en el detalle de averiguar cuándo la historiografía llama “Vallclara” al monasterio de Biclaro. Las dos referencias más antiguas proceden de autores que no intentan en ningún caso establecer la ubicación del monasterio. La primera la da Vaseo en el 1552, en la tabla de contenidos de su obra: “Iohannes Abbas patria Scalabitanus, et Biclarensis monasterii fundator, quod Valclaram nunc vulgo dici testatur Florianus à Campo” (Vaseo, 1552, 8r), y más adelante, cuando referencia la bibliografía de Iohannes, añade: “monasterium Biclarense (vulgo val clara) condidit” (Vaseo, 1552, 99r). Un año más tarde, Florian do Campo (Florián Ocampo) publica otra obra en cuyo prólogo escribe “Iohan abbad de Valclara, monesterio bien antiguo, aquien los passados llamauan Viclarense” (Ocampo, 1553, fol IV). Atendiendo al hecho que Vaseo publica su obra un año antes que Ocampo y que ya lo cita como probador de la derivación de Biclaro a Vallclara, es evidente que intercambiaron información antes de publicar sendos textos. En 1609 Yepes también dice que “tiene tantos nombres este varón ilustre, que es causa que muchos no le conozcan, porque unos le llaman Ioan Goto, otros Iuan Viclarense, otros Iuan Gerundense, en quanto era de nación Godo, le llaman Iuan Goto, y porque siendo monge, fundó después la Abadía de Valclara, le dan el nombre de Ioan Viclarense, y por razón que después llegó a ser Obispo de Girona, muchos años, le llaman también Iuan Gerundense” (Yepes, 1609, 414r). Finalmente, en 1703, Mabillon transcribe una carta de Benet de Sala i de Caramany, obispo de Barcelona, donde se refiere al monasterio como “monasterii Biclarensis, nostro idiomate de Vallclara” (Mabillon, 1703, 73).

No hay absolutamente ninguna relación entre los nombres de Avicabescer y de Vallclara. Avicabescer es un topónimo derivado de un antropónimo árabe (ibn + algo más, transliterado como “cabescer”). Según P. Balañà y J. Garcia, este “cabescer” se habría podido originar, en lengua arábica, de un nombre (propio o de oficio) más el sufijo románico -er; una combinación de nombres propios; o un nombre de persona o de oficio determinado por un segundo vocablo, indicando una característica de la persona (Balañà, Garcia, dentro de Biete, 1984, 97). Vallclara, pues, no es la traducción de este topónimo.

4.1. Las dos Vallclara.

La existencia de dos lugares llamados Vallclara a mediados del siglo XII en la Cataluña Sur ha sido fuente de confusión y de atribuciones erróneas. Debido al hecho que el topónimo Vallclara con que se denominó durante un breve periodo a Avicabescer (el actual Cabassers) desapareció antes del fin del siglo XII, y la Vallclara de la Conca de Barberà todavía se llama así hoy en día, las hipótesis de ubicación de Biclaro siempre han tenido en cuenta solamente esta última población.

Según Joan Coromines, el nombre de Vallclara como sustituto de Avicabescer en 1149, se eplicaría como un cambio “per un nom de regust més netament cristià” y que el cambio “era la intenció i obra dels premonstratesos, que volien rebatejar-lo [Avicabescer] amb la traducció del nom francès de la famosa abadia de Clairvaux”. Todavía añade que “és oportú ací notar que a ells i a llurs confrares dels cenobis veïns es deu el canvi paral·lel que feren al nom del poble veí de Beclara (encara avui pronunciat popularment beklára o begglára), i provinent del pre-romà Biclara (d’on el savi Biclarensis dels temps visigòtics), que des de llavors s’anomenà (oficialment només) Vallclara” (Coromines, Casacuberta, 1995, Vol. III, 158).

Contradiciendo a Coromines, tenemos que hacer notar que de lo que se desprende de la documentación recogida en el diplomatario de la catedral de Tortosa citada antes, es Ramon Berenguer IV quien ordena el cambio de nombre de Avicabescer por Vallclara, sin que haya constancia de que los monges de Prémontré interviniesen en ello para nada. En segundo lugar, no queda acreditado que los premonstratenses tuviese intención alguna de imponer una traducción del nombre de la abadía de Clairvaux para denominar la nueva fundación catalana. Y en tercer lugar, no consta en ninguna parte que los monges de Prémontré que llegaron a Avicabescer influenciasen a nadie para rebautizar la Vallclara de la Conca de Barberà, como afirma Coromines que hicieron juntamente con “llurs confrares dels cenobis veïns”.

Hay quien rechaza esta etimología de Coromines para el topónimo Vallclara porque se basa solamente en una encuesta oral que hizo, y en la pronunciación del topónimo que escuchó de algunos habitantes del lugar (Altisent, 1989, 1-2). Sin duda, las explicaciones fantasiosas que Coromines esgrime, no avaladas por la documentación, ayudan a los que le rechazan la tesis.

Aun así, la filóloga Carmen Cardelle, contradiciendo la hipótesis de Menéndez Pidal, se decanta por la opinión de Coromines: “La última -y en mi opinión- definitiva palabra corresponde al gran estudioso de la toponimia catalana, J. Corominas, que ha averiguado que Vallcla es llamado en documentos medievales, e incluso hoy en día en otros lugares vecinos, Beg(g)lara. Vallclara es una forma tardía y pseudo-etimológica. La forma original del nombre puede pues haber sido Biclara, bien semejante al Biclaro (o Biclarum, variante en parte de la transmisión) de Isidoro” (Cardelle, 2001, 126; y también Cardelle 2002, 38).

Tampoco podemos pasar por alto la propuesta de etimología de Kahnin, que ya hemos citado anteriormente: sugiere que Biclarao deriva de la corrupción de “vicus clarus”, y que en romance derivaría hasta “Vallclara, “vallis clara” en latín (Kahnis, 1873, 91).

Hay, todavía, otra variable a tener en cuenta: el médico judío Iusuf b. Ishaq Ibn Biklaris, muerto en el año 1110. Según varios autores, su apelativo (o kunya), Ibn Biklaris, deriva del lugar de Biclaro. Mieli escribe que el mote nada tiene de hebreo ni de semítico (Mieli, 1966, 127). De Ibn Biklaris se conocen pocos detalles biográficos, pero se sabe que nació en Zaragoza en el seno de una familia procedente del noreste peninsular (Martínez, 1954, 38), y que escribió un tratado médico conocido como al-Mustaini (Bosch, 1960, 31). No es, de todos modos, su biografía lo que aquí interesa, sinó su nombre familiar, Ibn Biklaris,. Si se acepta que el patronímico deriva del topónimo Biclara, hay que considerar que la invasión musulmana no destruyó este lugar, y que los daños provocados no irían más allá de la ruína del monasterio fundado allí por Iohannes. Esta información también puede ayudar a matizar la frase que San Isidoro escribe en su De viris illustribus: “Qui postea condidit monsaterium quod nunc Biclaro dicitur. Se abre un abanico de posibilidades e incógnitas a la vez: quizás Biclaro sólo sería el noombre del monasterio, y no el del lugar donde se fundó. Y hay todavía otra: quizás “antes” de la fundación del monasterio el lugar no se llamaba Biclaro, y adoptó este nombre a partir de la obra de Iohannes, y de aquí que isidoro remarque que “nunc Biclaro dicitur”. Y hay que pensar, también, si durante la época de dominio islámico el municipio pudo haber adoptado otra vez el nombre que supuestamente hubiese tenido antes de la construcción del monasterio visigodo. Son preguntas lógicas de formular, pero convertidas en especulaciones por falta de información, con el problema añadido del topónimo convertido en patronímico de Yusuf b. Ishaq Ibn Biklaris.

Visto todo esto, aceptamos la identificación de Biclaro con Vallclara. Lo que le da solidez a esta identificación no son los motivos pseudoetimológicos de Coromines, que son generalmente aceptados (y dirigidos a la Vallclara de la Conca de Barberà), sinó la información de Hugo de 1733. Por lo tanto, todos los fundamentos etimológicos que se quiere aplicar a la Vallclara de la Conca de Barberà para afirmar que el nombre es una forma tardía de Biclaro, son igualmente válidos para el Vallclara que sustituyó Avicabescer el 1149, esto es, el Cabassers actual. Y con más fundamento, si tenemos en consideración la información tantas veces referida de Hugo, y la presencia de los restos arqueológicos que estudiaremos en el apartado 5 de este trabajo.

Coromines, según entendemos, cometió dos errores más: afirma, sin fundamento, que “Biclara” es un nombre pre romano, sin tener en cuenta que la primera fuente para este topónimo es De viris illustribus de San isidoro, escrito en el siglo VII. El otro error es no tener en cuenta que San Isidoro escribe “Biclaro” y no “Biclara”. Así mismo no sabemos explicar cómo de Biclaro se llega a Vallclara. Entre los siglos VII y XII hay un vacío documental enorme, que objetivamente provoca esto: la primera mención al nombre de Biclaro que conocemos es la isidoriana de entre los años 615-618 (Codoñer, 1964. 19, 152), y la siguiente, transformado ya en Vallclara, es del 1149 (Virgili, 1997, 60). Si tenemos que buscar razones etimológicas, tiene más sentido lo que propone Kahnis que no la explicación que pretende Coromines. La tradición de la transmisión textual del topónimo entre los siglos VII y XII, siguiendo las copias del De viris illustribus, tampoco es clarificadora: “Biclarum” en los códices M, Y, y “Luclaro” en los códices L, D y V (Codoñer, 1964, 152, 87-128); esto tan sólo nos muestra cómo varios copistas de Isidoro transmiten el nombre de un lugar que, probablemente, no sabían ni dónde estaba, pero de ninguna manera nos orienta sobre la evolución real del topónimo. Por lo tanto, el único indicio de que disponemos para afirmar que el nombre de Vallclara es una evolución de Biclaro es el que afirma Hugo sobre la voluntad restauradora de Santa Maria de Vallclara en Avicabescer.

Nos queda, todavía, un acontecimiento inexplicable si aceptamos que el patronímico Biklaris de aquél médico de la Zaragoza musulmana tiene su origen en un topónimo: antes de 1149 el nombre arabizado de Biclaro, fuese como fuese (del que deriva Biklaris) se cambia per el Avicabescer (Ibn + algo más) que el escrivano de Ramon Berenguer IV transliteró en el documento de donación del lugar al abad Esteban y a la orden de Prémontré. No se puede explicar el cambio del arabizado Biclaro al Avicabescer de la documentación de la conquista.

Para acabar de descartar la atribución de Biclaro como nombre primario de la Vallclara de la Conca de Barberà, tenemos que remarcar que no hay ninguna constancia documental de que ese Vallclara sustituyese ningún topónimo anterior, y la primera vez que se menciona esta población es en el año 1152, cuando Ramon Berenguer IV confirmó a los hombres de Tàrrega la donación de Vinaixa. Ese documento menciona “Vallem Claram” (Font Rius, 1969, 138). De hecho, los indicios documentales no permiten ni tan siquiera que esta Vallclara de la Conca de Barberà existiese antes de la conquista del siglo XII, y en ese lugar no se ha localizado ningún vestigio arqueológico que permita suponer que la habitación del mismo sea anterior a las referencias documentales. Tenemos noticia de un texto inédito de Josep Vives i Miret, titulado Índices arqueológicos de Vallclara (Tarragona), que aporta como evidencias para establecer la localización de Biclaro en Vallclara un supuesto arco y una inscripción en cruz, sin fotografías que lo avalen (Muñoz, Macias, Menchon, 1995, 296, nota 4).

Por contra, Cabassers, existía ya durante la dominación islámica, puesto que los documentos lo mencionan con un nombre árabe o, por lo menos, arabizado. Y aquí sí que encontramos restos arqueológicos qu ese pueden adscribir al periodo visigodo, como veremos en el apartado siguiente.

5. La iconografía de Cabassers

Los indicios arqueológicos que permiten sugerir la presencia en Cabassers del monasterio que Iohannes fundó en Biclaro y, por lo tanto, la identificación de Biclaro con el moderno Cabasses, son cuatro relieves que representan figuras geométricas.

Los sillares que contienen los relieves se encuentran en la fachada de la casa número 3 de la calle Penedès, reutilizados en la construcción de unos arcos góticos que se pueden fechar hacia el siglo XIV. La estructura que forman estos arcos se conoce tradicionalmente como “la Plaça” (Biete, 1991, 219), y son muchas las referencias que se hallan en los libros de la corte del Batlle General de la Baronia de Cabassers a esta “plaza”. Por ejemplo, en el cuarto libro de la corte, conservado en el archivo parroquial de Cabassers, leemos, en el folio 8r:

“Vui, als 27 del mes de abril de 1671, (h)a conparegut lo Doctor Grabiel Sans, rector de la present villa de Cabaçés, davant de la presènsia del Magnífic Mateu Nabàs, lloctinent de balle &, <i dit> en la plasa de Cabaçés, ab lo lloc acostumat de ont se aministre la justísia de la present villa &, i diu: Senyor balle, vella si dinés per als pròmens que menester se ajen per declarà una desipsió que té posada Franchest del Ostal dic Masip &. Lo qual és present i respon dient: Senyor balle, jo no vull pròmens per quant dins los deu dies que tinc posada la desipsió no la (he) declarada &.”

Y más adelante, en el folio 19v: “Avui, als 22 de juriol de 1674, en la present villa de Cabaçés &, se (h)a venut tota aquella roba davall escrita i una rabaçada de Pere Joan Arbonès, en presènsia del magnífic Pere Amorós &, per Diego Climent &, a veu alta en la Plasa de Cabaçés i en lo lloc acostumat a ont se fan senblans coses &, istànsia los senyors de jurats &, per orde del Consell.”

Por lo tanto, la “Plaça” era un edificio administrativo, sede de la Corte del Batlle y del consejo de la Universidad.

Debemos tener en cuenta que esta estructura se levantó con sillares reutilizados de un edificio anterior, muy probablemente un oratorio del siglo XII (Prats, 2006, fitcha J.002.000), a parte de las piezas que contienen los relieves, que están integradas. Llama la atención que todos estos relieves decorados se hallen en el mismo edificio, de uso público cuando se construyó: tres están a una altura de medio metro sobre el nivel actual de la calle, y otro (el más maltrecho) a ras de suelo. Pueden observarse todos ellos en la esquina de las calles Penedès y Major. Veámoslos:

Fig. 1) Hexapétela circunscrita en una hexapétala mayor, de hojas más anchas. El relieve tiene un diámetro de 16 cm, y el ribete que lo contornea tiene un ancho de 2 cm.

El sillar en el que se encuentra este relieve mide 40 cm de longitud por 23 cm de alto. Desde su extremo izquierdo hay un espacio de 6cm hasta el relieve, 2 cm desde el extremo superior y 3 cm desde el inferior.

Fig. 1 Foto: Carles Prats

Fig. 2) Muy deteriorado, con la misma representación que la pieza anterior. El relieve tiene un diámetro de 16 cm, y el ribete del contorno un ancho de 2 cm.

El sillar en el que se halla mide 50 cm de longitud por 26 de altura en la cara que corresponde a la calle Penedès (donde se aprecia el relieve), y 56 cm de longitud por 26 de altura en la cara que mira a la calle Major. Desde su extremo derecho y hasta el relieve hay un espacio de 4 cm, 3 cm desde el extremo superior, y 7 cm desde el inferior.

Fig. 2 Foto: Carles Prats

Fig. 3) Relieve sobre un sillar que muestra un tetrasquel del tipo lau buru, con una rotación idéntica a la de las agujas del reloj. El relieve tiene un diámetro de 16 cm, y su ribete tiene un ancho de 2 cm.

El sillar en el que se halla este relieve mide 42 cm de longitud y 26 de alto en la cara que mira a la calle Major (donde está el relieve), y 21 cm de longitud por 24 de alto en la cara que da a la calle Penedès. Desde el extremo derecho de la cara que contiene el relieve hay un espacio de 10 cm hasta el mismo, 3 cm desde el extremo superior, y 7 cm desde el inferior.

Fig. 3. Foto: Carles Prats

Fig. 4) Relieve que muestra una estrella de seis puntas con rotación igual a las agujas del reloj. Tiene un diámetro de 20 cm y el ribete del contorno una anchura de 2 cm.

El sillar en el que se encuentra este relieve mide 32 cm de longitud por 40 de alto, y está integrado como dovela en uno de los dos arcos del edificio. Desde el extremo derecho de la cara que contiene el relieve hay un espacio de 6 cm hasta el mismo, 2 cm desde el extremo superior, y 7 cm desde el inferior.

Fig. 4. Foto: Carles Prats

Los relieves de las Figs. 1, 2 y 3 tienen las mismas medidas (16 cm de diámetro, y ribete de 2 cm), mientras que el de la Fig. 4 es un poco más grande (20 cm de diámetro y ribete de 2 cm). Por lo que se refiere al programa iconográfico, los relieves son simples representaciones solares, que han sido ampliamente utilizadas a lo largo de la historia, difíciles de adscibir a una época concreta por sí mismas y sin tener en cuenta su contexto. Pero mediante analogías con los programas iconográficos de las iglesias de época visigoda todavía conservadas, y con los restos dispersos que se conocen de otros edificios del mismo periodo, podremos establecer una relación que justifique la atribución de estos relieves, aparentemente genéricos, a finales del siglo VI.

5.1 Hexapétalas.

El primer hecho destacable es la circunscripción de los símbolos solares en el interior de circunferencias rematadas con un ribete. Esta misma característica se puede observar en los muros exteriores del ábside de la iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas (Barroso, Morín, 2001, 114, figs. 55 i 56), con hexapétalas más ricas, con una decoración de cordado en las hojas y en el ribete, pero con evidentes similitudes con los relieves de Cabassers.

Hexapétales en el ábside de Santa María de Quintanilla de las Viñas. Foto: Carles Prats

En el muro sur de la iglesia de San Pedro de la Nave también se puede observar una pieza reutilizada que muestra tres hexapétalas dentro de medallones con ribete (Barroso, Morín, 2002, 48, fig. 14). También en la misma iglesia, podemos ver más hexapétalas en los capiteles del arco triunfal (Barroso, Morín, 2002, 92, fig. 43), y en las placas y frisos de la cabecera (Barroso, Morín, 2002, 99, fig. 49).

Durante la excavación arqueológica del poblado de Bovalar, en Seròs, apareció un baptisterio del siglo VI en la basílica de este yacimiento, conservado hoy en día en el museo de Lleida. Algunas de las impostas de este baptisterio presentan una decoración con hexapétalas en medallones, similar también a la que representan las figuras 1 y 2. En la iglesia románica de Sant Pau del Camp de Barcelona, en la portada, hay dos capiteles y dos impostas de origen visigodo, piezas todas ellas reutilizadas en la construcción romáica (Achón, Lages, 2010, 14). Las hexapétalas circunscritas en un círculo están presentes en ambas impostas. En la de la parte derecha, además, también se aprecia un ribete en el contorno del medallón.

Hexapétalas en las impostas del baptisterio de El Bovalar. Foto: Carles Prats

Por lo que a piezas descontextualizadas se refiere, las hexapétalas también están presentes en una pliastra visigoda conservada en el Museo Arqueológico de Mérida con el número de inventario 447 (Barroso, Morín, 1993, 63, fig. 69) y, con un formato casi idéntico al anterior, en otra pilastra de procedencia desconocida, en el Museo de los Concilios de Toledo y de la Cultura Visigoda, con número de inventario MSCTO IG 692 (Barroso, Morín, 2007, 484, fig. 258). Un cancel aparecido en la Albufereta (Murcia) también presenta un medallón con una hexapétala y ribete cordado (Gutiérrez, Sarabia, 2006, 315, fig. 9-4).

La utilitzación de las hexapétalas en el arte preromático asturiano, continuación del arte visigodo interrumpido por la infestación de paganos, también es abundante. Las encontramos en la decoración del arco de medio punto de la tribuna de San Miguel de Liño, consagrada en el año 848 (Arias, 1999, 163, 179). También procedente de San Miguel de Liño se conserva en el Museo Arqueológico de Asturias una placa de cancel que, acompañando el relieve principal de un grifo, muestra una hexapétala (Arias, 1999, 184). Finalmente, el cancel de Santa Cristina de Lena, pieza visigoda de la segunda mitad del siglo VII reaprovechada, presenta entre su decoración dos medallones completos con hexapétala y ribete, y do más conservados parcialmente (Arias, 1999, 202).

Si bien las hexapétalas ya se habían utilizado como motivo decorativo de muchísimos relieves muy anteriores a la época vidigoda, como acabamos de ver su uso fue característico durante este periodo. Prácticamente todas las piezas que hemos mencionado y con las que hemos comparado los relieves de Cabassers de las figs. 1 y 2 presentan un ribete que contornea el medallón coneniendo las hexapétalas, característica que, según nuestro criterio, no hace más que ayudar a asignar los medallones de Cabassers al periodo estudiado.

Las hexapétalas de Cabassers presentad una similitud más próxima con las del cancel de la iglesia de Santa Cristina de Lena, ya que comparten duplicidad de diseño: en ambos casos, los relieves muestran hexapétalas circunscritas dentro de otras hexapétalas de brazos más gruesos. En el caso de Cabassers la primera hexapétala del relieve queda inscrita en una circunferencia que acaba donde empiezan a emerger las hojas de la segunda hexapétala, siendo la primera de medidas mucho más pequeñas que la segunda. En el caso de Santa Cristina de Lena, las hojas de ambas hexapétalas son de idéntica longitud, y sólo varia el grosor; y todas sus puntas, la de hojas delgadas y la de hojas gruesas, tocan la parte interior del ribete de los medallones que las contienen. Las de Santa Cristina de Lena, además, están superpuestas de forma que las hexapétalas de hojas delgadas dan salida a sus brazos de entre los espacios libres de las hojas de la hexapétala de brazos gruesos.

5.2 Tetrasquel.

En el caso de Cabassers, el relieve representa un tetrasquel lobulado con rotación hacia la derecha (fig. 3). No encontramos analogías directas en el programa iconográfico de ninguna de las iglesias visigodas conservadas, ni en ninguna pieza recuperada de los múltiples yacimientos excavados. Asimismo, las svásticas flamígeras, que no son más que una variante de este símbolo, abundan. Quintanilla de las Viñas es una excepción de este caso, pero las esvásticas flamígeras están presentes en la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave: las podemos contemplar en la imposta izquierda del pórtico sur, en los frisos del interior, en los capiteles del arco triunfal, y en una placa y frisos de la cabecera (Barroso, Morín, 2002, 45, fig. 13; 55, fig. 17; 80, fig. 41; 92, fig. 43; 97, fig. 48; 99, fig. 49). Todas las esvásticas de la iglesia zamorana son de seis brazos con rotación hacia la derecha. En la basílica de San Juan de Baños vemos de nuevo esvásticas flamígeras análogas a las de San Pedro de la Nave, aunque de diámetro más reducido, en los soportes de la lápida que contiene la inscripción fundacional del templo (Barroso, Morín, 2007, 228, fig. 2).

Esvásticas flamígeras en San Juan de Baños. Foto: Cristina Masip

Volvemos a verlas en una placa del cancel de Segóbriga (Barroso y Morín, 2007, 28, fig. 14).

En el firso del Cristo de la Vega Baja, en Toledo, podemos contemplar flamígeras de 8 y 9 brazos (Barroso, Morín, 2007, 358, fig. 162), y en la placa de Las Tamujas (Toledo) una flamígera de 8 brazos corona la escena (Barroso, Morín, 2007, 508, fig. 7).

Entrando ya en el preromático asturiano, algunos clipeos del interior del palacio de Santa María de Naranco muestran unas cenefas con esvásticas de cinco brazos (Arias, 1999, 148, 149). Vemos flamígeras en el arco de medio punto de la tribuna de San Miguel de Liño (Arias, 1999, 179) y en una placa del cancel de la misma iglesia (Arias, 1999, 184), ambas mencionadas anteriormente, ya que también contienen relieves con hexapétalas.

5.3 Estrella de seis puntas.

El medallón que contiene esta estrella es de medidas ligeramente mayores que los otros tres con representaciones de hexapétalas y un tetrasquel. También es la pieza que presenta más dificultad para encontrar correspondencias entre las piezas visigodas conservadas en otros lugares. Podemos ver cierta coincidencia morfológica con el medallón cordado que decora el cimacio del capitel derecho del arco triunfal de la iglesia de San Pedro de la Nave (Barroso, Morín, 2002, 89, fig. 42), aunque aquella estrella es de 12 puntas, también presente en el friso de la estancia anterior al presbiterio (Barroso, Morín, 2002, 55, fig. 17). Encontramos también más similitudes con la pieza de Cabassers en San Pedro de la Nave, entre los medallones que decoran las placas y frisos de la cabecera del santuario (véanse las figuras citadas correspondiente a este templo zamorano al hablar del tetrasquel); aun siendo esvásticas, la característica de tener seis brazos las aproximan a la morfología de la estrella de Cabassers.

Encontramos otra vez estrellas, de once y doce puntas, en una imposta de la iglesia de San Andrés de Toledo (Barroso, Morín, 2007, 700, fig. 404).

6. Interpretación de la iconografía de los sillares decorados con roeles.

Los relieves de Cabassers representan figuras geométricas utilizadas a lo largo de toda la historia. La sencillez de su ejecución las convierte en motivos populares prácticamente atemporales. Para sus usos tradicionales, y hasta modernos, recomendamos ver Álvarez Peña, 2002. Asimismo, toda la serie iconográfica de Cabassers tiene un elemento en común: los roeles que contienen los relieves se hallan decorados con un ribete que los contornea. Esta característica es común a la mayor parte de las piezas que hemos citado para establecer una analogía que permita un encuadre cronológico de las piezas de Cabassers en el reino visigodo. Recordaremos como ejemplos más destacados los frisos exteriores de Santa María de Quintanilla de las Viñas, los frisos interiores y los cimacios de San Pedro de la Nave, la pieza reutilizada en el muro sur de la misma iglesia, el cancel de la Albufereta, el cancel de Santa Cristina de Lena, y las impostas de Sant Pau del Camp. Todas estas piezas han sido referenciadas en el momento correspondiente, por lo que no repetimos aquí las citas. Los ejemplos de roeles con ribete son muchos más, pero aquí nos limitamos a citar los que contienen representaciones similares a las que hallamos en Cabassers. Para muchos otros ejemplos de este tipo de decoración, véase Barroso, Morín, 2007.

Hay que ir a buscar en la tradición ancestral el significado de esta iconografía, adaptada más tarde por el cristianismo para asimilar representaciones y tradiciones paganas. Los celtas ya representaban el sol con figuras geométricas en forma de estrella (hexapétalas, tetrasqueles y estrellas de varias puntas), y los romanos adoptaron esta representación, y hasta la divinización del sol. San Isidoro de Sevilla asocia a Cristo con el sol, y a la Iglesia con la luna, porque de la misma manera que la luna refleja una luz que no es suya, la Iglesia hace lo mismo con el mensaje de Cristo (Cruz, Vicario, 1988, 74-75). Esta asimilación de deidades paganas al cristianismo queda explícitamente representada en los capiteles cimacio de Santa María de Quintanilla de las Viñas. A derecha e izquierda del arco triunfal, dos relieves representan el sol y la luna, y ambos están inscritos para que no quepa duda: se lee “SOL” en el de la izquierda, y “LVNA” en el de la derecha (Barroso, Morín, 2001, 177-179, figs. 82 i 83). La placa de Las Tamujas es una de las pocas piezas que permite contextualizar la interpretación de uno de los símbolos también presentes en la iconografía de Cabassers: la svástica o tetrasquel. Esta placa representa el bautismo de Cristo, corona la escena una esvástica situada en el centro de una venera, que debe interpretarse como el sol en la cúpula celestial. El arte cristiano de los primeros tiempos asocia el sol a Dios, sobretodo como nuevo Sol Invictus, y la svástica como símbolo cristiano de Dios se halla ampliamente representada en el arte visigodo (Morín, Barroso, 1994, 45-46).

Teniendo en consideración este contexto, no debe extrañarnos que los relieves de Cabassers trasciendan a la simple decoración geométrica tradicional y que plasmen, en realidad, representaciones de Dios mediante símbolos solares.

La presencia de estos relieves decorados nos indica fuertemente la existencia en el lugar de un edificio religioso de época visigoda, y si, como defendemos, éste hubiese formado parte del monasterio de Biclaro, incluso sabríamos la cronología de las piezas prácticamente exacta, ya que dicha fundación se produjo entre los años 586 y 587. La misma cronología explicaría la tosquedad del arte de Cabassers: mientras que las piezas que hemos utilitzado para establecer las analogías pertenecen, mayormente, al mmento de madurez del arte visigodo previo a la invasión de los infieles, los relieves que presentamos aquí serían unos 100 años anteriores a aquellos ejemplos, consa que en parte podría explicar su sencillez, como la falta de cordados en los ribetes o en las propias representaciones solares.

7. Consideraciones finales.

La hipótesis que presentamos en este trabajo no es definiva y no es más que esto, una hipótesis. Pero es la que aglutina más elementos de entre todas las que se han planteado hasta la fecha para identificar el monasterio de Biclaro con una ubicación moderna. Es también la que demuestra más consistencia, al poder relacionar fundamentos documentales, toponímicos y arqueológicos, que hacen viable la identificación de Biclaro con el actual Cabassers.

Sólo la arqueología podrá aportar más luz sobre este asunto.

7.1 Propuestas de prospección arqueológica.

Por todo lo que hemos expuesto hasta ahora, consideramos indispensable una excavación arqueológica para poder corroborar o descartar esta hipótesis, ya que agotadas ciertamente todas las demás vías, esta es la única que queda por explirar. Las áreas arqueológicamente productivas del núcleo urbao de Cabassers que se pueden señalar como seguras por lo que refiere al hallazgo de estructuras de, por lo menos, el siglo XII, son dos: el solar donde se erigió el monasterio medieval de Santa Maria de Vallclara, y la iglesia parroquial.

Por lo que refiere al sitio que ocupó Santa Maria de Vallclara, de la que tan sólo queda un fragmento del muro sur, Hugo escribe, como ya hemos visto antes, que “allí mismo, y debajo del mismo punto, existió un antiguo monasterio que alzó ese célebre abad Vallclara”. Para ver las dos interpretaciones posibles de esta afirmación es menester tener en cuenta que la nota a pie de página que explica esto fue introducida en la transcripción del documento de donación del lugar, que hizo Ramon Berengeuer IV a favor del abad Esteban i de la orden de Prémontré, justo cuando menciona que este lugar ahora se llama “Valem Claram”. Justo aquí Higo marcó con una (a) la referencia a la nota que se lee a pie de página. Podría pareer, pues, que Hugo quisiese tan sólo decir que el monasterio visigodo estuvo en el municipio, pero sin determinar un punto exacto. Pero un detalle apunta a que el autor francés quizás quisiese explicitar un punto concretísimo de ubicación, cuando afirma que aquel monasterio estuvo “allí mismo, y bajo el mismo punto”. Insiste dos veces en que el antiguo monasterio estaba allí “mismo”. Podemos, pues, interpretar la frase literalmente y entender que Hugo nos dice que Santa Maria de Vallclara fue edificada sobre las ruínas de Biclaro. Conocemos perfectamente el área que ocupaba el monasterio de Prémontre, podemos delimitar su perímetro y el solar es, en parte, excavable sin mayores dificutades (Prats, 2019, 1). Para más detalles sobre este emplazamiento, véase este artículo. Los restos de Santa Maria de Vallclara se utilizaron en la década de 1930 para construir la actual escuela pública, que ocupa parte del solar del monasterio medieval, pero aun así, un 75% del espacio sobre el que se levantaba ese cenobio no está edificado y forma parte del patio de la escuela. En la década de 1990 se cubrió con un grosor considerable de hormigón, a excepción de una pequeña área en la banda este. Si Hugo, siguiendo a Daniel Finestres, quen le facilitó la información, tiene razón, debajo de Santa Maria de Vallclara debería hallarse Biclaro.

Si no quisiésemos tomar a Hugo en literalidad, todavía tendríamos otro emplazamiento susceptible de esconder los cimientos de Biclaro: la iglesia. La fachada principal del templo muestra, engullida por el edificio de principios del siglo XVII, una fachada románica, con saetera y espadaña, que apareció en 1996, al restaurase el edificio y repicar el mortero que cubría sus fachadas laterales y principal. Este muro sólo puede pertenecer al oratorio que Ramon Berenguer IV ordenó construir a los monges de Prémontré, además de un monasterio con iglesia, a cambio de la donación del Avicabescer rebautizado como Vallclara: “Predictam quoque donationem pro mea devotione facio ut predicti cenobii fratres construant et edificent ibi in honore Dei ecclesiam et abbatiam et cum beneficio meo et aliorum bonorum hominorum ibidem oratoria et loca sanctissima construant pro servicio Dei” (Virgili, 1997, 60). El análisis de la estratigrafía vertical de esta fachada muestra tres momentos constructivos distintos:

a) Unas primeras hiladas de sillares grandes y regulares, con poquísima separación entre ellos.

b) Una parte central de sillares más pequeños y no tan bien trabajados como las hiladas anteriores, con más separación entre ellos por el uso de mortero como fijación, que rematan la pared para encaje de un tejado a dos aguas.

c) La espadaña, construída nuevamente con sillares bien trabajados, claramente añadida a la parte central de lo que era el final del muro de las dos aguas, donde se observan todavía sillares de intersección, encajados entre sillares irregulares que ayudaban a dibujar las dos vertientes anteriores a la construcción de esta espadaña.

Para un estudio detallado de esta fachada, véase este artículo: Prats, 2019-2.

La sobreposición de templos no es ningún fenómeno raro, sino muy habitual, y las diferencias que se observan en la estratigrafía vertical de la fachada del oratorio de Cabassers podrían indicar un caso de este tipo, si las etapas constructivas que se intuyen correspondiesen a épocas distintas. De hecho, aunque la documentación histórica sólo permita afirmar que Cabassers ya existía durante la dominación musulmana (el Avicabescer de 1149), el análisis de la raíz del topónimo permite entrever que esta es latina. Pero la reciente identificación de una tégula romana (Prats, 2019-3), a pesar de ser un indicio leve, permite pensar que por lo menos durante el Bajo Imperio, Cabassers ya tendría algún tipo de habitación. Si el actual Cabassers ya hubiese existido antes de que Iohannes fundase allí su monasterio, como apuntamos que podría haber ocurrido, las palabras de San Isidoro serían más entendedoras, cuando afirma que el monasterio “nunc Biclaro dicitur”. Acabamos como empezamos y con la misma pregunta: ¿cuando Isidoro escribe que el monasterio “ahora se llama Biclaro” da a entender que el lugar ya existía antes de que Iohannes llegase allí, y tenía otro nombre?

La respuesta, si se halla, será bajo tierra.

8. Bibliografía y fuentes consultadas

Biclaro